El grito de San Roque y el gas que dejó de alimentar al país
DEBACLE.- El Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), creado en 2005 como pilar financiero de las regiones, se desmorona. Gobernaciones, municipios y sectores clave como salud y educación ven como ingresos se evaporan.
En el penal de San Roque, Sucre, un grito desgarrador corta la pesada calma de la mañana. “¡Ya no tenemos comida!”, exclama Rosmery, una madre de 38 años, su voz cargada de desesperación mientras intenta calmar el llanto de su bebé con una tibia infusión de manzanilla en lugar de leche. La manta que envuelve al niño parece tan gastada como las promesas rotas que llenan el aire en este lugar olvidado.
Al otro lado de las rejas, cámaras y micrófonos recogen imágenes y palabras que, aunque impactantes, apenas logran plasmar la magnitud de la crisis. Los internos reclaman cuatro meses de pre diarios impagos, pero la respuesta de la autoridad es tan dura como simple: “No hay dinero”, sentencia el gobernador de Chuquisaca, Damián Condori.
EL GAS QUE DEJÓ DE ALIMENTAR
A kilómetros de allí, en Santa Cruz, las oficinas de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) celebran un hito técnico: la firma de un contrato para que gas argentino pase por los ductos bolivianos hacia Brasil. Es una imagen de modernidad y cooperación internacional, pero detrás de la aparente victoria hay una amarga realidad.
“Es un ingreso neto para el nivel central, pero las regiones no recibirán nada”, explica el analista Fernando Rodríguez Calvo. Con una producción nacional de gas en declive y exportaciones que han caído a un tercio de lo que fueron, las regiones dependientes del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) ven cómo su principal fuente de ingresos se evapora.
Bolivia, que en su apogeo producía 61 millones de metros cúbicos diarios, hoy apenas alcanza los 30 millones, suficiente solo para cubrir un contrato mínimo con Brasil y el mercado interno. Y mientras Vaca Muerta en Argentina produce 80 millones de metros cúbicos diarios y transforma su economía, Bolivia parece un gigante caído, sin estrategia para recuperar su posición.
EL SISTEMA QUE SE DESMORONA
El IDH, instaurado en 2005 como un salvavidas económico para las regiones, ahora es un símbolo de precariedad. La dependencia de este recurso ha dejado a municipios, universidades y sectores como salud y educación tambaleándose ante la caída de los ingresos por hidrocarburos.
“El precio de venta interno es insostenible. Mientras exportamos a Brasil por 6 o 7 dólares, aquí se vende a menos de un dólar. Es como regalarlo”, lamenta Rodríguez. Sin una política energética clara y ante la competencia de nuevos actores regionales, el futuro parece sombrío.
EL GRITO QUE NO ENCUENTRA RESPUESTA
En San Roque, el llanto del bebé de Rosmery se mezcla con los reclamos de los presos. La crisis no se queda en las paredes del penal, se expande como una metáfora viva del colapso de un sistema que prometió prosperidad y dejó frustración.
Mientras los ductos transportan gas extranjero y las autoridades repiten que no hay dinero, los bolivianos se enfrentan a una pregunta inevitable: ¿cómo llegamos a este punto? Y, quizás más importante, ¿cómo salimos de aquí?