Mano tendida a los sindicatos y mano dura con la oposición de izquierda, a la que acusa de azuzar la violencia callejera, es la postura del presidente francés, Emmanuel Macron, frente a la crisis política en vísperas de la décima jornada de manifestaciones y de huelgas contra su reforma de las pensiones.
El jefe de Estado reunió ayer en el Elíseo a sus tropas, a quienes animó a negociar con los sindicatos en busca de una salida a la ecuación en la que está enquistado el país, la de tratar de acabar con las protestas sin retirar su discutida reforma.
Los líderes sindicales no parecen por ahora dispuestos a reducir la presión, en vista de la buena acogida que están teniendo sus concentraciones, que igualan en movilización a las más numerosas registradas en este país. El pasado jueves, en la primera jornada de protesta tras la adopción del texto sin voto parlamentario, sacaron a la calle a 3,5 millones de personas, según sus cuentas, algo más de un millón, según las del Ejecutivo, en ambos casos al nivel del récord que se había conseguido el pasado 7 de marzo.